En una temblorosa malla
de luces centelleantes
—reflejadas por los espejos de las sombras—
se tamizaba el trigo del verano.
Allí crepitaba la lumbre
que encendía tus ojos
y tu avidez por explorar
los mundos que mi piel confinaba
en el claustro de sus pliegues.
Pasados los años,
aún relumbran fulgores,
todavía un sol nos navega por venas y arterias,
abriendo los surcos de un placer
que desgarra la noche en sus mansas bóvedas.
Todavía esas luces se buscan
y entregan el anillo fogoso de un eclipse,
como dádiva que el amor consagra
en memoria de la juventud.
(Mayte Llera, Dalianegra)
Pintura: “Forest beauty” (“Hermosa foresta”), 2010, Scott Burdick