sábado, 12 de diciembre de 2020

FELICIDAD

Felicidad es una palabra
que se articula con la boca muy abierta,
transformando la garganta en un arroyo cristalino
y elevando comisuras y agudos
con pulmones de soprano.
No es fácil pronunciarla, no,
cuesta vocalizar cada una de sus sílabas,
porque cualquier repentino enfriamiento
paraliza la laringe con un carámbano
que termina por ser estalactita,
y ni siquiera el ruiseñor,
trinando indiferente a las lindes
cercadas con alambre de púas,
puede servir de ejemplo.
Resulta trabajoso incluso deletrear
signos tan escogidos,
pues se encasquillan en los labios
antes de que la lengua pueda percutirlos.

Pero
a veces la fortuna acecha,
y aletean insectos fluorescentes
en medio de la noche circular que forma la pupila,
destellos encendidos de luciérnaga
virando del rojo al verde,
del calor de la risa a la armonía,
y entonces las cejas
se levantan y alzan vuelo, y son garzas solemnes,
detrás van las mejillas, ahuecando sus lomos,
los dientes, que relucen su precioso marfil,
y la barbilla, que gira en la bisagra del cuello,
inclinándose hacia arriba y hacia atrás,
como abriendo la tapa del cofre de un tesoro.

A veces la fortuna acecha,
emboscada tras el matorral y los barrotes,
izando su bandera con la voz
de un vértigo lujurioso y transparente.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: "Crepúsculo", Jared Joslin

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Música: "La felicidad", Pablo Milanés

 

viernes, 23 de octubre de 2020

ACTO DE CONTRICIÓN



Durante un tiempo habité
tu periferia,
tus extramuros.

Sabedor de mi éxodo,
me mirabas desde tu adarve
con un mutismo 
que manaba del azul de tus ojos,
arrancando el llanto
a las nubes.
Tus labios también secundaban
esa ofrenda al silencio,
incapaces siquiera de activar los músculos
que elevan las comisuras.

Todo lo vivido en aquella época
—lo que ambos vivimos—
fue semilla sembrada en tierra baldía.
Ninguno de mis besos
floreció en madreselva,
ninguna de mis caricias fructificó en otra piel.

Tras tanta oscuridad
al fin llegó
un albor luminoso,
un amanecer de soles cegadores
que disiparon las sombras calcinándolas,
un día en que me vi las cicatrices
y me percaté del error de mi diáspora,
comprendiendo entonces
lo hueca que estaba sin tu luz.

Arrepentida, enarbolé la bandera
de tu boca y su saliva.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: "Una chica griega", John William Godward

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viernes, 22 de mayo de 2020

EL AMOR QUE SIENTO POR TI

A Rafael

El amor que siento por ti
nació del áleph
cuya minúscula cifra
progresó en caracolas de fuego.
Fue un cigoto invisible
germinando en una vaina de crisálida
y, luego, una madeja de alas batiéndose
con suavidad de terciopelo.

Ofuscado, se enquistó en mi pecho,
y ahí se enconó su llama, afiebrándome.
Se enredó también en mis brazos y en mis piernas,
y su viento ululaba con el vértigo de la alondra,
y se mecía en mis venas como un pez sedoso
de agallas abiertas.

Pero ahora tiembla en mis mejillas
el pozo sobre el que se balancea y chapotea
una luna descolgada, y me turban las nubes
con bordes de acero.

No quiero que ningún arcángel
me expulse de tu carne sagrada.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: "El beso" (1859), Francesco Hayez, Pinacoteca di Brera, Milán

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miércoles, 11 de marzo de 2020

ARIADNA A DIONISO


Eres pámpano jugoso y fresco,
rozagante de racimos.
Mis llagas cicatrizas
con tu savia,
y el penetrante azul del cielo
me redime con la perspectiva
de un nuevo horizonte.

Atrás quedan los amores 
vencidos por las sábanas, los destierros,
las islas deshabitadas y el sabor salado 
de las lágrimas.

Atrás quedan recuerdos
para servir de alimento a la hoguera;
aquí y ahora: tú,
con tu aliento de uva madura
endulzándome la garganta,
y yo, con la cintura ceñida de esperanzas.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: “Baco y Ariadna” (1523), Tiziano Vecellio, National Gallery, Londres
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jueves, 6 de febrero de 2020

MI LAMENTO DE ARIADNA


Ahora sé que yo era el lastre
que te  impedía navegar,
la rémora que contrarrestaba el empuje del viento
y deshinchaba tus velas,
por eso, solo por eso y por nada más,
aprovechaste mi sueño
y el embeleso que me producía
tener por dosel un artesonado de estrellas.

Al despertar, solo el mar me acompañaba
con su vaivén cadencioso de danzarina de harén,
ya no pude divisar aparejos, ni proa, ni popa siquiera,
solamente la soledad sobre la arena.

Debí haber augurado tal final,
debí haber nacido Casandra y no Ariadna,
debí haber sido otra y no yo,
otra más cercana,
implantada en las células de tu piel,
compartida con tus íntimos secretos,
callada y oscura como ellos;
debí haber sido luna y no sol,
tinieblas y no luz,
silencio grave y no risas,
pero no lo fui y he aquí mi expiación.

¿Será este el lamento de Ariadna o será el canto del cisne?
Por si acaso, solo por si acaso y por nada más,
bruñiré el oro de mi copa,
no sea que se presente Dioniso,
coronado de parras y hiedras,
con un cántaro de buen vino.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: "Baco y Ariadna" (1578), Jacopo Comin (Robusti) Tintoretto. Palacio Ducal, Venecia

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lunes, 6 de enero de 2020

ARIADNA A TESEO


Extinta la llama de tu deseo,
consumida tu pasión
antes de que el fuego decline en ascuas,
me abandonas.

Quedo varada en una ignota playa
como sirena que ha perdido
el encanto de su garganta,
como ballena arrastrada por el peso de sus pesares,
por esa plomiza masa de llantos
que envuelven, 
como un sudario,
a quien siente el rechazo del que tanto ama.

Quedo aquí, 
custodiado mi sueño
por las oceladas fieras
hambrientas de mis entrañas,
sedientas del agua de mis lágrimas.

Quedo aquí, 
amor mío,
ansiando el giro de tu mirada,
esperando tu incierto regreso,
olvidada, sepultada en vida,
contemplando en el espejo de las aguas remansadas
mis cabellos encanecidos por el desánimo,
mis labios agrietados por la carencia de besos,
mi cuerpo deslavazado por el desconsuelo.

Quedo aquí, Teseo
—o como quiera que te llames ahora—,
invocándote y llorándote cual plañidera.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: “Ariadne” (1898), John William Waterhouse
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