sábado, 1 de febrero de 2014

MI MADRE


Mi madre era hermosa,
todas las madres lo son para sus hijos
—desde la del polluelo de alcatraz,
hasta la del cachorro de pantera—,
todas, sin excepción,
son hermosas a los ojos de su prole,
incluso las desnaturalizadas.

Mi madre era hermosa,
y me amaba,
era una estrella en el firmamento
de mi existencia
—mi estrella—,
la que me alumbraba con su calor;
y me proporcionó
ilusión durante la infancia,
apoyo en mi juventud
y comprensión llegada la edad adulta.

Mi madre era naranjo en flor, era hermosa
como lo son todas las madres,
como lo son las cenizas de los recuerdos,
como lo es la vida a pesar de sus trances.

Mayte Dalianegra

Pintura: “Lección de música” (1877), Frederic Leighton

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