La carambola bosqueja sendas
emplazadas en un nido de águila
despojado por la audacia del cetrero.
Esboza
la fatalidad
o la bienaventuranza,
ocasionalmente cuaja profecías,
y siempre aprehende
estrellas fugaces de veloz augurio,
intimidadas ante la presencia
de un designio que no conoce lo divino.
La carambola respira el vértigo de la semilla.
Mayte Dalianegra
Pintura: “El rapto de Ganimedes” (1650), Eustache Le Sueur, Museo del Louvre, París